Amelia Pues nada, me llamo Amelia. Nací en el año 63. Y me he criado aquí en el mercado, rodeada de todos los que habitábamos por aquí.
Mis padres llegaron aquí a la calle Visitación y en el año 57 mi padre le dijo a mi madre que iban a montar un puesto en el mercado.
Y, entonces, pues se quedaron un puesto aquí en el mercado en el que estaba mi madre, porque mi padre era policía.
Y nada, montaron el puesto y hasta el año 84, más o menos, hasta que hicieron el nuevo mercado, mi madre estuvo trabajando aquí.
Vendían embutido, jamón, jamón york, mortadela, chorizo, salchichón...
Yo vivía entonces en la calle Visitación, en el número 25 y nada más entrar a la derecha había una habitación donde hacía un poco de de almacén, por así decirlo, porque claro, el puesto de aquí era muy chiquitín y tampoco cabía…
Entonces, pues nada, todo lo que se recibía de mercancía se guardaba en esa habitación, incluidos los jamones.
Entonces, claro, cuando venía gente a casa, cuando entraban decían: “ay, qué bien huele en esta casa”. Y, claro, era porque olía a jamón, evidentemente.
A ver, yo cuando ya recuerdo el ver a mi madre levantarse sobre las seis de la mañana. No sé si anteriormente se levantarían antes, pero vamos a las seis de la mañana.
También hay que tener en cuenta que lo que ella vendía no era como una frutería o una verdulería o una pescadería. Aquí estaba todo hecho.
Entonces no tiene el mismo montaje que otro puesto.
Yo me lo he pasado muy bien. Me conocían en todo el mercado, me conocían todos, porque los sábados sobre todo, pues claro, yo oteaba por aquí todo el día…
Me iba al anguileiro, me regalaba una anguila que luego se me iba siempre por el hueco de de la fuente que había ahí, de tanto ponerle agua en la bolsa que me daba.
Iba una parada y me daban no sé qué, iba otra, me decían no sé cuántos. Entonces pues a ver, claro, me conocía todo el mundo, me había criado aquí y no tenía ningún problema.
Y luego ya pues cuando me fui haciendo más mayor, pues lo que pasa, por el carácter que hemos tenido un poco así en mi familia, que se ponía uno enfermo… “¡Oye! ¿Ha venido y la hija de Amelia? Pues a ver si puede venir un momento y nos ayuda un rato a tal…”. Y, entonces, pues he estado en algunas paradas ayudándoles algún día…
Y en fin, a ver, una vida muy muy divertida. Yo lo recuerdo muy, muy bien. Y luego pues habían hijos de otros, pues jugabas por aquí… Hacías de todo un poco ¿no? Pero claro, pues era como tu segunda casa por así decirlo.
Sobre todo mi madre estaba en la zona, digamos entrando por el mercado hacia el medio de la izquierda, antes de llegar al centro de lo que era el mercadillo.
Y la verdad es que con los de alrededor había muy buena relación. A ver, con el resto también, pero no los veías tanto.
Entonces el día de Nochebuena yo recuerdo que sacaban... pues uno ponía... “pues yo voy a poner un poco de…”, “vamos al bar y que nos hagan un poco de.. unas longanizas”, o “yo pongo un poco de jamón…” o “yo pongo”...
Y, entonces claro, cuando se terminaba que el día de Nochebuena normalmente pues se terminaba a las tres o tres y media de la tarde o las cuatro… Pues se hacía ahí una picada y se celebraba un poco, pues que venía Navidad, que se había vendido. Que, en fin, pues que había sido un día bueno en el fondo.
Y, nada, se brindaba y luego ya pues cada uno se iba a su casa hasta el segundo día de Navidad que entonces era festivo, no, ¡hasta el tercero! Y ya se volvía otra vez al trabajo, ni más ni menos.
Yo siempre le he oído decir a mi madre que, claro, lo de la riada fue un desastre para todos. Sobre todo toda la zona esta de la calle Sagunto.
Yo, por ejemplo, en mi casa donde vivía dice que medían el agua por otra fuente que había allí y que llegó el agua hasta el grifo.
Entonces yo vivía en el patio 25, como digo, que había unas escaleras y las tres escaleras las cubrió. Pero aquí fue un desastre.
Aquí desaparecieron, a ver, las paradas, estaban todas medio desman… Claro, un desastre. Como todas las casas del principio de la calle Sagunto.
Aquí no quedó género ningun. Iba todo flotando por el agua… Los jamones, los conejos, los... Lo que se hubiera quedado aquí.
Y claro, hubo que rehacer el mercado un poco porque, ya te digo, las paradas se quedaron… pues muy desastrosas. Además con el barro, con... Muy desastre, la verdad.
Yo, Marcelo lo conozco desde, bueno, lo conozco desde que era muy jovencita porque vivía además en cerca de mi casa.
Y, por circunstancias de la vida, estuvo una temporada trabajando aquí en el mercado. Venía, mi madre le ponía bocadillos... “¡Va, venga, Marcelo!”. Ayudaba, ayudaba a casi todos.
Sobre todo cuando ya él empezó aquí mi madre ya era un poco más mayor… Y la verdad es que era un encanto de hombre y tenía muy buenos detalles con la gente que era un poco más mayor. Y entre ellas mi madre… Vamos, con mi madre se portaba fenomenal y con todas las que eran más mayores también.
Sí tenían algo de peso, les ayudaba. Si tenía que... A ver, era un chico súper dispuesto y encantador. El que escribió el libro del barrio.